Día cinco: El donut de quirófano.
Al despertar ya lo hice falta de
energía. Desganada total, quizá por eso de que hoy es viernes. Pero pensé en
sus sonrisas, en esas miradas sinceras cuando les dedicas un poco de tu tiempo.
Recordé a mi paciente, y enseguida cambié el chip. Y más me cambió cuando me
puse el uniforme y atravesé la puerta de la planta, decidida a no perder hoy mi
sonrisa. Por muy baja que tuviese mi energía.
Durante toda la mañana estuve
pensando en algo dulce. Un donut, ¡¡oooorrrgggsssss!! Cuando pude salir a
desayunar (algo más tarde que el resto), mi mente no dejaba de repetir “donut,
donut, donut…” con vocecita robótica. Ya en la cafetería, fui directa al
mostrador donde ese dulce taaaaan lleno de azúcar y taaaaaaan poco sano estaba.
Y entonces… dos de verde, muy simpáticos ellos, discutían en tono de broma los
pros y contras de comerse un jodido donut esa mañana de viernes. “Tio, eso son
X calorías, una hora de gimnasio por lo menos” “Si, o corriendo…”. Palabrejas
como estas escuchaba mientras en mi fuero interno me debatía si desayunar algo
más sano o por el contrario calmar mi antojo. Se me escapó un “ay pues yo no sé
ya que hacer…quiero donut…” mientras estos chicos seguían con su debate. Nos
echamos unas risas y justo en eso el camarero me pregunta que quiero y sin pensarlo
mucho, automatizada total pero con vocecita de “lonecesito” dije “Un dooonut…y
café con leche, por fa”. “No te lo pensaste mucho, jajajaja”, me dijeron. Y yo
evidentemente dije que no, que llevaba toda la santa mañana pensando en el
donut. “Bueno, parece que te lo puedes permitir”, me dice uno echando una
mirada de arriba abajo. Yo, como si nunca me hubiese visto, miro mis bracitos y
digo “si, parece que sí” mientras me reía un poco. Ains, qué graciosos son los
de quirófano.